Mi amigo Pipy Rivero me pide que escriba algo sobre la locución, con motivo de haberse celebrado nuestro día el 3 de julio. Le decía yo al Pipy que de mis dos profesiones (además soy abogado), la que más amo es la locución, tal vez porque siento que yo no la elegí, sino que ella me eligió a mi. Como una mujer que te seduce y te captura el alma, para bien. La abogacía me llega por tradición familiar. La locución, en cambio, vino a mi vida casi por azar, y es un oficio que yo me inventé. Entré a LV3 (la madre de lo que hoy es Cadena 3 Argentina) a los 17 años, cuando era casi un niño. Quería ser periodista deportivo, y de algún modo lo fui, durante un tiempo. Pero estando en la radio, conocí que había gente, hombres y mujeres, que eran simplemente, nada más y nada menos, que LOCUTORES. Eran los profesionales de la voz. En aquel tiempo no existía (o existía en mucho menor medida que hoy) lo que se puede llamar el circo mediático. De maneraque aquellos locutores puros eran simplemente voces, sin rostro y casi sin nombre. Eran voces que buscaban la perfección y a veces se acercaban a ella. El locutor puro (los de antes y los ejemplares que hoy perduran de esta especie que se resiste a extinguirse) vendían un producto, anunciaban un tema musical o comunicaban una noticia, feliz o dolorosa. No opinaban. Mejor dicho, no opinaban con conceptos. El locutor puro, el locutor clásico, el que ha llegado al dominio de su arte, opina con el tono de su voz, con su inflexión, con su pausa, y hasta con su silencio... (Como el gran futbolista que demuestra su maestría jugando sin la pelota). El gran público, muchas veces, no conoce, ni conocerá, sus caras. Pero sus voces son hábitos o costumbres, de la masa de oyentes. Hábitos que se extrañan cuando faltan, como la buena puesta en el aire de una transmisión. La voz es un fenómeno físico. Se produce por la vibración de las cuerdas vocales en la caja de resonancia de la cara, de la cabeza y de todo el cuerpo. Pero en cierto modo, la voz es la más espiritual de las manifestaciones de nuestro cuerpo. Por eso, para quienes dedicaron su vida a emitir sonidos que se conviertenen palabras buscando llegar de la manera más grata y convicente a los oídos y a las almas de los demás, vaya mi homenaje de admiración, afecto y respeto.
Daniel Gentile